La credibilidad de la apariencia en política

Se atribuye al escritor Francisco de Quevedo (1580-1645) la frase de «Te reciben según te presentas. Te despiden según te comportas». Y que según está la sociedad hoy en día, deberíamos tener más presente.

Aplicada a la política, la parte de la frase referida a cómo se presenta uno, a su imagen, a su vestimenta, a la coherencia de sus palabras con sus ropajes me hace recordar el libro «Política y Moda» de Patrycia Centeno; al que ya me referí hace unos días.

 

Asegura Patricia que «el aspecto de un mandatario nunca debe dejar lugar a la improvisación. Políticos, politólogos, asesores, analistas, periodistas y electorado están obligados a entender el nuevo código: el de la indumentaria gubernamental. Solo así es posible tejer y comprender de forma precisa el mensaje político

 

El vestuario y la estética acompañan al mensaje, hasta el punto de que lo pueden llegar a condicionar e influir por el tejido, el color, la marca, etc. Debemos tener presente el lenguaje no verbal. Como se puede apreciar en algunas fotos (fuente: blog de Patrycia Centeno y Google Images).

Aquí te dejo algunos apuntes del libro que te harán reflexionar, y a partir de hora te fijarás en estos detalles que unen política y moda:

  • Bien vale echarse un vistazo en el espejo antes de salir de casa. Aunque solo sea por respeto a los ciudadanos que, además de escucharles, también deben verlos.

  • Lo primordial no es tanto de qué intentan persuadirnos, sino que el personaje resulte persuasivo. Y ahí, la apariencia (vestido, cabello, maquillaje, joyas, complementos, accesorios…), aquello que permite detectar ciertas singularidades de la personalidad, se antoja como la carta que decidirá la partida.

 

  • Cuando hablamos de la apariencia de un político, su importancia no reside en el hecho de que la vestimenta agrade o no (algo totalmente subjetivo), sino en que la imagen que se proyecta resulte creíble.
  • Aunque el pecado capital de la indumentaria política es la incoherencia entre vestimenta y discurso, recurrir en exceso a los guiños ideológicos al adornarse puede provocar también cierto hastío en el interlocutor.

 

  • El traje oscuro con camisa blanca es ideal para sugerir autoridad y dominio, se desaconseja cuando el objetivo es despertar afecto y afinidad.

 

  • Seguridad, seriedad y cercanía. Este es el abecé de la imagen política.
  • Si los gestos del candidato son demasiado aparatosos o agresivos es preferible optar por los tres botones, porque aunque dificultan la libertad de movimiento, recuerdan la rigidez del cargo. Cuando nos sentamos, la americana debe desabrocharse; de pie, se vuelve a abotonar.
  • Las camisas deben ser siempre lisas y blancas. Están absolutamente prohibidas las de manda corta (ni siquiera ocultas bajo la americana) y tendrán que esta impecables en todo momento. La camisa siempre va por dentro del pantalón de corte sastre. En indumentaria más informales se puede optar por dejarla por fuera (poco recomendable para los partidos más conservadores).

 

  • A diferencia de otros oficios, el estilismo político no va de vestir bien o mal, sino de evitar incongruencias. En política no importa tanto qué camisa se pongan pero sí que la camisa pegue con el cargo que desempeñan o que pretenden ocupar.
  • Mientras los detractores de la corbata no se atreven a quitársela, la mayoría de sus defensores no tienen ni idea de cómo se hace el nudo. Si “una corbata bien anudada es el primer paso serio en la vida”, como indicó Oscar Wilde, entre la política nacional tal madurez aún está por llegar. Antes de aparecer en público, asegurarse de que la corbata está bien colocada (si no es así, anula toda la armonía al resto del estilismo y le roba credibilidad).

 

En definitiva, se trata simplemente de resultar creíble.

El último apunte: «A algunos les da apuro maquillar su rostro, pero no les inquieta maquillar sus palabras«.

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